La prudencia

Siempre ejerce la prudencia, pues puede prevenir cualquier remordimiento ocasionado por la pérdida o el fracaso. Muchos de los que han iniciado proyectos se han arrepentido de sus acciones o han culpado al destino solamente porque han fallado en evaluar prudente y competentemente su situación. Ese tipo de gente se equivoca doblemente: por deliberar inadecuadamente y por criticar al destino.

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No importa cuán grandiosa sea la meta de un proyecto, siempre toma las precauciones debidas para lograrla. Si no estableces un plan de acción realista y cuidadosamente evalúas las ventajas y desventajas potenciales, entonces o no eres serio o eres simplemente un insensato. Los esfuerzos de tales personas son a menudo más dañinos que su inactividad.

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La prudencia y las medidas de seguridad son recursos importantes para alcanzar tu objetivo. Es un serio error el descuidarse y el ser negligente con cualquier cosa que a la larga pueda conducir al fracaso, o a ser acusado de varias cosas por otros. La gente inteligente anticipa todos los problemas y los posibles inconvenientes y entonces se las arregla para resolverlos, o para lidiar con ellos debidamente cuando se presenten. Tal como dice uno de nuestros dichos tradicionales "Es mejor agarrar al ladrón antes de que entre en tu casa".

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Emprende cada tarea después de haber llevado a cabo las debidas actividades de programación y de haber tomado debidas medidas de seguridad. Observa cautela hacia aquellas direcciones que no resulten ningún beneficio material o intelectual o que no añadan ningún valor. Cada proyecto que se emprende sin adecuadas precauciones es mera trivialidad, una bobada, una señal de necedad o infantilismo de parte de la persona que se ocupa de ello.

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La gente demuestra su propia virtud y valor por medio del éxito que logra tras haberse enfrentado con pruebas muy difíciles y con circunstancias incómodas. Su éxito depende principalmente de elaborar un plan realista y posteriormente adherirse a él. Por consiguiente, el valor y la virtud de una persona son proporcionales al éxito que obtenga y el éxito de una persona es proporcional al nivel de prudencia que ésta ejerza antes de lanzarse a su proyecto.

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El llevar a cabo las responsabilidades de una manera ordenada y firme depende de las medidas y planes iniciales y de la habilidad que uno tiene en no desviarse por las acciones de los rivales. Tal dedicación demanda gran previsión y prudencia. Muchos de los que arrancan con gran ruido y aspaviento son retenidos y demorados por rivales o enemigos antes de que puedan siquiera alcanzar el segundo paso. Se encuentran de repente rodeados por males y frustraciones de las que habían sido advertidos y para las cuales no se habían preparado adecuadamente. ¡Si tan sólo esa fuera la única consecuencia negativa! Considera el efecto de aquellos que les siguieron: la pérdida de esperanza, la parálisis y la apatía producida por el fracaso.

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Ser prudente no quiere decir retirarse temerosamente. Ni tampoco una acción sin debida preparación y planificación tiene nada que ver con ser valiente y osado. Tener excesiva cautela puede causar algún inconveniente, pero la gente se puede recuperar de semejante daño. Sin embargo, las acciones inoportunas y desatentas de aquellos que piensan que la imprudencia es lo mismo que el heroísmo son muy arriesgadas y peligrosas.

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Como muchos otros malos hábitos, el tratar de manipular a la muchedumbre con técnicas engañosas de control de masas es un don que se nos otorga. Rechazamos esas cosas, que nos traen a la memoria la gallina que "anuncia" estrepitosamente que ha puesto un huevo. En lugar de esto, preferimos el camino lento y pacífico, aún si implica un trabajo más duro, cargado de penas.

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Tu verdadero valor ante el Creador se mide por tu energía y la grandeza de las metas. La señal más clara de estos dos elementos es que estés dispuesto a sacrificar tu propia comodidad y tus deseos por la prosperidad de los demás. ¿Puedes imaginarte mayor sacrificio que el dejar de lado tu propia dignidad por consideración del bienestar social, aguantándote el enojo aún cuando sientes ganas de gritar, limitando tu deseo en el momento de la prosperidad personal?

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Es tonto considerar solamente la osadía del ejército victorioso y dejar a un lado el hecho que su éxito se deriva del plan estratégico. Igualmente, es una estupidez atribuir el éxito al atrevimiento descuidado, menospreciando así la importancia crítica de la planificación prudente y de la anticipación.

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Los esfuerzos que se hagan para lograr un objetivo, al igual que las precauciones que se tomen para actualizarlo, son invitaciones a la ayuda de Allah. Son éstas dos partes de una misma realidad. Un paso en falso al planear o llevar a cabo un proyecto puede causar que se retire la ayuda. Si esto ocurre, el éxito no vendrá. El progreso seguro y continuo en el viaje es posible para aquellos que constantemente permanecen juiciosos y vigilantes. Los que comprenden esto son afortunados.

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