El concepto de ciencia y tecnología

A pesar de los desastres que la ciencia y la tecnología han traído a la humanidad y los errores del acercamiento puramente científico en busca de la verdad, así como también el fracaso de la ciencia y la tecnología para traerle felicidad al hombre, no es correcto condenar de manera absoluta a la ciencia y la tecnología, y adoptar una actitud casi puramente idealista.

Aunque es verdad que el hombre ha sido reducido, los sentimientos humanos han sido disminuidos, y ciertas virtudes humanas junto con la salud y la habilidad de pensar que ha sido dañada en un cierto punto, aún así es una injusticia atribuir todo esto a la ciencia y la tecnología. El error está más bien con los científicos que evitan las responsabilidades y las ciencias que principalmente se han desarrollado en una atmósfera materialista y casi puramente «científica» y han sido explotadas por una minoría irresponsable. Muchas condiciones preocupantes probablemente no hubieran existido si los científicos hubieran adquirido una conciencia de su responsabilidad social y, debido a los defectos del Cristianismo, las ciencias no han sido desarrolladas en gran parte contradictorias con respecto a la religión.

Fluyendo hacia el futuro como una rápida inundación llena de energía y vitalidad, y algunas veces asemejándose a un deslumbrante jardín, el mundo natural es como un libro ofrecido para que el hombre estudie, una exhibición para observar, y una confianza dejada a su custodia con el permiso de sacar provecho de ella. Lo que le toca al hombre con respecto a esta confianza es, estudiando su significado y contenido, explotarla de una manera que beneficie a las generaciones futuras y presentes. Si lo deseamos, podemos llamar a esta relación entre el hombre y el mundo «ciencia».

La ciencia también se puede describir como que comprende lo que nos cuentan las cosas y los acontecimientos, y lo que nos revelan las leyes Divinas que prevalecen en el universo. Esto significa luchar para entender el propósito del Creador. El hombre, que ha sido creado para que gobierne todas las cosas, necesita observar, leer, discernir y aprender lo que está a su alrededor. Luego, tiene que buscar la manera de ejercitar su influencia sobre los acontecimientos y someterlos a él. En este punto, por el decreto del Creador Exaltado, todo se someterá al hombre, y éste se someterá a Allah.

No hay razón para que el hombre le tema a la ciencia. El peligro no está con la ciencia y la fundación de un mundo nuevo de acuerdo a ella, sino más bien con la ignorancia, y la irresponsabilidad de los científicos y aquellos que la explotan para sus intereses egoístas.

Si la verdadera ciencia consiste en dirigir la inteligencia hacia la eternidad sin esperar ninguna ganancia material y hacer un estudio incansable y detallado de la existencia para descubrir la absoluta verdad subyacente, y seguir los métodos requerido para enseñar esta meta, entonces sin estos puntos esenciales, la ciencia no puede cumplir lo que esperamos de ella. Aunque usualmente presentados como un conflicto entre el Cristianismo y la ciencia, los conflictos en el período del Renacimiento fueron principalmente entre los científicos y la Iglesia. Ni Copérnico, ni Galileo, ni Bacon fueron antirreligiosos. Incluso se puede decir que fue su compromiso religioso el que encendió en las almas de los hombres el amor y el pensamiento por encontrar la verdad.

Antes del Cristianismo, fue el Islam quien hizo surgir el pensamiento religioso desde la eternidad, el amor y el celo elevándose desde ese pensamiento, acompañado por el sentimiento de pobreza e impotencia delante del Creador Eterno, Todopoderoso, que deja atrás el gran avance científico en el mundo musulmán durante quinientos años hasta finales del siglo XII. El concepto de ciencia basada en la Revelación Divina, que da ímpetu a los estudios científicos en el mundo musulmán, fue representado casi a la perfección por ilustres figuras de la época que, embriagadas por el pensamiento de eternidad, estudiaron la existencia incansablemente con el propósito de conseguir la eternidad. Fue por la virtud de su compromiso con la Revelación Divinaque Su intelecto difundió una luz que fermentó en las almas humanas un nuevo concepto de ciencia. Si ese concepto de ciencia, aprobado y asimilado por todos los sectores de la comunidad como si fuera una parte del Mensaje Divino y perseguido con el celo de un acto de adoración, no hubiera sido expuesto a los tumultos destructivos de las invasiones de Asia y las Cruzadas aparentemente interminables y crueles de Europa, el mundo hoy seguramente estaría más iluminado de lo que está en el presente, su vida sería más rica, su tecnología más sana, y sus ciencias más prometedoras. Pero ese concepto de ciencia al que el Islam dio origen se basó en la aspiración por la eternidad, el ideal de ser útil a la humanidad y responsable en manejar las cosas para ganarse el placer de Allah Todopoderoso.

Es el amor por la verdad que da la verdadera dirección a los estudios científicos. Lo que queremos decir con el amor por la verdad es aproximarse a la existencia sin ninguna consideración de ventaja material, ganancia mundana y observar y reconocerla como realmente es. Mientras que aquellos que están equipados con tanto amor pueden por todos los medios alcanzar el destino final en sus estudios, aquellos que están infectados con las pasiones mundanas, las aspiraciones materiales y los prejuicios y el fanatismo ideológicos, y que no pueden desarrollar ningún amor por la verdad, no tendrán éxito en sus estudios o, peor, desviarán el rumbo de los estudios científicos y harán a la ciencia un arma mortal para ser usada contra los mejores potenciales de la humanidad.

Por lo tanto, los intelectuales, las instituciones educativas y los medios de comunicación tienen una tarea vital que emprender por el bien de la humanidad, liberar a los estudios científicos modernos de la atmósfera letalmente contaminada por las aspiraciones materialistas y el fanatismo ideológico, y dirigir a los científicos hacia los valores humanos más elevados. La primera condición para dirigir los estudios científicos en ese camino es liberar a las mentes de las supersticiones y el fanatismo ideológicos y purificar las almas de la suciedad de pretender las ganancias y ventajas mundanas. Esta es también la primera condición de asegurar la verdadera libertad de pensamiento y hacerle bien a la ciencia. Habiendo hecho guerras durante siglos contra el «clero» y las concepciones corruptas formadas en nombre de la religión, y habiéndolos culpado de regresión, estrechez mental y fanatismo, los científicos mismos deberían tratar de quedar libres de ser el blanco de las acusaciones comparables.

No hay diferencia entre el despotismo intelectual y científico que surge del interés, la búsqueda de poder, el fanatismo ideológico y «científico» y el razonamiento restrictivo a causa de las concepciones religiosas corruptas y distorsionadas y el dominio de un clero. El Islam, como se puede ver claramente en numerosos versículos del Corán, estimula el estudio de la naturaleza, que ve como un lugar de exhibición de las obras Divinas; estimula la reflexión sobre la creación y lo creado, aproximándose responsablemente, sin hacer daño ni causando corrupciones en el mundo. Estudiado sin prejuicios y conceptos anticipados, el Corán aparecerá, como es en realidad, promoviendo el amor por la ciencia, por la humanidad, la justicia y el orden. Fundado sobre el Corán, el Islam ha fundado el conocimiento y la búsqueda por él con la intención de descubrir el sentido de la existencia para llegar al Creador y ser beneficioso para todos los seres humanos, realmente para toda la creación, y combinado con la creencia, el amor y el altruismo. Esto es lo que aprendemos del Corán, como así también de la vida ejemplar del Profeta Muhammad, y la conducta de muchos que lo han representado perfectamente en el pensamiento y la acción.

Así que, como se señaló arriba, no hay razón para que el hombre le tema a la ciencia. Reconocemos que algunos actos planeados basados en el conocimiento algunas veces pueden dar malos resultados, pero es cierto que la ignorancia y la desorganización siempre dan malos resultados. Por esta razón, en lugar de oponerse a los productos de la ciencia y la tecnología, es necesario usarlos para traer la felicidad al hombre. Aquí dentro yace la esencia del problema más grande de la humanidad. Simplemente no es posible tomar medidas contra la era espacial o detener la fabricación de bombas atómicas o de hidrógeno.

Dado que la ciencia podría ser un arma letal en las manos de una minoría irresponsable, no obstante deberíamos adoptar a la ciencia con sus productos para fundar una civilización en donde el hombre sea capaz de asegurar su felicidad en este mundo y el próximo. Es inútil maldecir la máquina y las fábricas, porque las máquinas seguirán andando y las fábricas operando. Así que demasiada ciencia y sus productos no dejarán de ser perjudiciales para la humanidad hasta que los hombres de verdad y creencia asuman la dirección de las cosas y los acontecimientos.

La humanidad nunca ha sufrido daño de un arma en las manos de los ángeles. Todo lo que ha sufrido ha venido de las almas ambiciosas que sólo creen que el poder está bien. Esta situación seguirá hasta que la humanidad construya un mundo sobre la base de la fe y la ciencia.

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